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El 31 de marzo de 1889, cuando el ingeniero francés de ascendencia alemana Gustave Eiffel izó la bandera de Francia en la cúspide del monumento, su obra de 300.65 metros era la torre más alta del mundo y la principal atracción de la Exposición Universal con motivo del centenario de la Revolución Francesa. Pero muchos ciudadanos, y especialmente artistas, la calificaron de “monstruo” y ser una “vergüenza” para París. Incluso se creó un comité para desmantelar la torre. Su salvación se abrió camino más adelante, con la llegada de las telecomunicaciones. De pronto, la torre construida con siete mil 300 toneladas de acero tenía una utilidad. Cuando en 1909 finalizó el contrato de arrendamiento, la torre comenzó a ser utilizada como retransmisora para telegrafía y radio. En 1921 se emitió desde allí el primer programa radiofónico en abierto de Francia. No hubo peligro hasta la Segunda Guerra Mundial. El ejército francés temía que las tropas alemanas la pudieran utilizar como emisora, y se planteó desmantelarla parcialmente. Además, el monumento figuraba en la lista de las construcciones que Afolfo Hitler quería destruir. Al igual que hace 125 años, la Torre Eiffel sigue siendo fascinante, con una silueta que cambia según las condiciones meteorológicas. La niebla recorta a veces sus pisos superiores y cuando hace mucho calor, gana 18 centímetros de altura debido a la dilatación de los materiales. Fuente: Excelsior.com |
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