El
arquitecto Leopoldo Provenzali aseveró que toda decisión que se tome
debe incluir a los vecinos de la zona. Lo mismo aplica con lo que se
decida para el Sambil de La Candelaria
Considera que la edificación –también conocida como Torre de David– no le pertenece al Estado, a pesar de haber pasado al Fondo de Protección Social de los Depósitos Bancarios por la crisis bancaria de los noventa. “Los bienes que maneja a esa institución son fondos de entidades bancarias intervenidas, de fondos privados, de personas que tenían dinero ahorrado ahí”, explicó. Es su argumento para resaltar que toda decisión que se tome debe incluir a los vecinos de la zona. Lo mismo aplica con lo que se decida para el Sambil de La Candelaria. “Debe ser una concurrencia de iniciativas donde estén las autoridades y los habitantes de la parroquia Candelaria como principales afectados. Cuando hay zonas que se convierten en espacios controvertidos, hay que involucrar a la comunidad”, agregó. Provenzali resume varias épocas del país en la cronología de hechos de la torre: la crisis bancaria de los noventa, el problema de vivienda y la falta de gobernabilidad en la ciudad. “Se convirtió en un símbolo de una crisis estructural que trascendió las fronteras del país y llegó a conocerse como el barrio vertical más grande del mundo”. María Isabel Peña, directora del Instituto de Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela, coincide con Provenzali en que no debería ser demolida. “Sería una locura. En ese espacio podría haber ministerios, así como oficinas para rentar, tanto públicas como privadas. Incluso se podría aprovechar el helipuerto que tiene. Hasta un hotel se puede hacer”. La arquitecta no considera muy buena idea de que se reacondicione para viviendas. Explicó que la altura entre los pisos no es la idónea para ese fin. Con respecto al Sambil de La Candelaria, aunque no es entusiasta de los centros comerciales, no ve ningún problema en que se use con el fin para el que se había construido. |
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