Torre de David,
Venezuela. (Flickr)
La
Torre de David, conocida como el barrio vertical más alto del mundo, ve sus días
contados. Un consorcio chino ha llegado a un acuerdo con el gobierno central de
Venezuela que implica la próxima evacuación del edificio
invadido.
Originalmente, la Torre de David pretendía ser el centro
financiero internacional más grande y moderno del país. Al no poder ser
terminada y pasar años desocupada, la infraestructura fue invadida por personas
sin hogar en 2007, con la aprobación del entonces presidente, Hugo
Chávez.
A través de los años, el incompleto rascacielos no sólo se ha
convertido en el centro de atracción de periodistas, fotógrafos, e incluso
artistas extranjeros, sino también en un símbolo de pobreza, pandilleros, y un
evidente atentado contra el estado de derecho de Venezuela.
La
construcción de la torre, antes conocida como Centro Financiero Confinanzas,
comenzó en la década de los 90 con el propósito de ser una versión venezolana de
“Wall Street”. Sin embargo, después de la muerte de su dueño, David
Brillembourg, en el año 1993, el proceso de construcción fue interrumpido y el
consorcio financiero se fue a la quiebra. El Fondo de Protección Social de los
Depósitos Bancarios (FOGADE) se hizo cargo de confiscar la propiedad sin
terminar, y el sueño de Brillembourg quedó sin cumplirse.
De esta manera,
un grupo de personas, lideradas por un pastor evangélico, invadieron el edificio
y reclamaron un lugar digno donde vivir. Con el apoyo incondicional de Chávez a
las invasiones a la propiedad privada, y con la plena seguridad de que no serían
desalojados por las autoridades, convirtieron el rascacielos de 45 pisos en su
nuevo hogar. Los ocupantes pronto empezaron a construir pequeños apartamentos
dentro de lo que estaba destinado a ser el edificio corporativo más moderno del
país.
De los 45 pisos del rascacielos, 28 están ocupados por 1.200
familias, aproximadamente. El edificio carece de elevadores, y por tanto las
personas recurren a mototaxis —motocicletas que operan como taxis— para poder
subir al décimo piso. De allí, usan las escaleras para llegar a los 18 pisos
restantes.
Siete años han sido suficientes para que estas familias
crearan una comunidad, la cual es administrada por ellas mismas. Sin los
procedimientos legales o condiciones sanitarias correspondientes, los ocupantes
han instalado electricidad, completado las paredes con ladrillos o láminas de
zinc. También han logrado tener agua corriente.
Los habitantes crearon un
sistema de cohabitación basado en normas comunes y la distribución de tareas de
mantenimiento entre vecinos. Todas las familias hacen un pago mensual, y algunos
hasta tienen sus propias tiendas dentro del edificio: Estudios de tatuajes,
heladerías, servicios dentales, salones de belleza, e incluso una iglesia
bautista.
Sin embargo, no todos los días brilla el sol para los ocupantes
de la Torre de David. El aumento de la criminalidad dentro del edificio —tráfico
de drogas, asaltos, prostitución, violaciones y secuestro—, evidencia la
ausencia de la fuerza policial en un área de gran densidad de
población.
Los vecinos han expresado a las autoridades sus quejas acerca
del aumento de los hechos de delincuencia en áreas que rodean al edificio
abandonado, pero hasta ahora no se había visto que el gobierno tomara alguna
acción para el desalojo de la propiedad.
Al contrario, éste había
adoptado una posición solidaria. En mayo de este año, Ernesto Villegas, ministro
para la Transformación de Caracas, visitó el barrio vertical. Villegas llevó
operativos asistenciales del gobierno, y hasta organizó una asamblea para
discutir los principales problemas de esta comunidad.
Según el canal de
televisión del estado, Venezolana de Televisión, Villegas dijo a los ocupantes
que gracias a Chávez, Venezuela no tiene un “gobierno de derecha que se
arrodilla al poder de empresarios especulativos, o un gobierno represivo que,
sin duda alguna, le entregaría el edificio al sector financiero”.
No
obstante, las promesas de Villegas pronto se convirtieron en polvo. Sólo un mes
después de su discurso, un consorcio chino llegó a un acuerdo con la
administración de Maduro para la construcción de su propio centro financiero
internacional en la Torre de David. Ahora sí, la gran cantidad de familias que
viven en la infraestructura abandonada constituyen un problema.
Según
dijo al diario Tal Cual un inquilino de la torre, el gobierno ya ha comenzado a
negociar con los ocupantes un acuerdo que lleva al desalojo, y que les garantiza
una vivienda alternativa financiada por el Estado. Las familias esperan mudarse
en diciembre de este año.
A pesar de que los ocupantes de la torre no
saben a qué clase de acuerdo ha llegado la administración de Maduro con el grupo
chino, de lo que sí están conscientes es de que en un futuro muy cercano van a
tener que abandonar el edificio. Además, Villegas, el mismo hombre que prometió
protección a estos ocupantes, es el que estará a cargo del desalojo.
La
decisión fue tomada sólo semanas antes de la visita del presidente de China, Xi
Jinping, a Venezuela, como parte de su gira por Latinoamérica.
Venezuela
ha aumentado sus negocios con el gobierno chino, especialmente desde el año
2007, cuando el difunto presidente Chávez firmó un fondo de cooperación con el
país asiático. El fondo binacional ha servido como un convenio de préstamo a
beneficio del gobierno Chavista, el cual está siendo saldado con envíos de
petróleo. Hasta ahora, Venezuela ha recibido por este medio US$86 mil millones
para financiar proyectos de desarrollo.
Según Maria Teresa Romero,
experta en relaciones internacionales y columnista del PanAm Post, el que el
régimen Chavista no haya querido desalojar a los ocupantes de la torre hasta que
un consorcio chino se los pidiese, dice mucho sobre qué tan comprometido está
Maduro con el país asiático. Este tipo de concesión sólo prueba la cercanía de
los gobiernos de China y Venezuela, explica Romero, y la preferencia que le da
la administración de Maduro a las inversiones chinas sobre las
domésticas.
“Nunca antes en la historia de la República de Venezuela hubo
una relación comercial, política y diplomática con China como la que estamos
viendo hoy. Además, la dependencia financiera que nuestra nación ha desarrollado
con el país asiático no tiene precedentes”.
Sin embargo, lo que más le
preocupa a Romero es la falta de transparencia en la relación entre Venezuela y
China. En el 2013, el Fondo Chino Venezolano fue desfalcado por US$84 millones,
que fueron a parar a los bolsillos de funcionarios gubernamentales. Hasta ahora,
sólo ocho de los involucrados están siendo juzgados.
Fuente: panampost.com
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