El derecho a una vivienda digna, a la vida urbana, y a la calidad de 
vida que este hábitat puede facilitar; responde a los deseos 
fundamentales del mismo ser humano por encontrar un espacio en el cual 
logre la satisfacción global de todas sus necesidades materiales y 
sociales.
En Venezuela y el resto de Latinoamérica, este derecho se ve violado de 
tres maneras: Primero, cuando los hijos de las familias que ya hacen 
vida en la ciudad deciden mudarse, y se desangran pagando el alquiler de
 un apartamento, o en algunos casos, reuniendo para la inicial de una 
vivienda y pagando las cuotas criminales que imponen los bancos para los
 créditos hipotecarios.
La segunda forma, cuando millones de trabajadores, provenientes del 
campo o del extranjero, se ven en la obligación de habitar casas de 
materiales precarios como latón, madera o bahareque, en los cerros de 
las afueras de las principales ciudades para tener acceso a los 
beneficios de la urbe (empleo, salud, educación, servicios públicos, 
etc.). Curiosamente, los urbanistas describen esto como “asentamientos 
irregulares en la periferia de la ciudad” en contraposición a la 
construcción formal, como si el dar un título más refinado redujera el 
nivel de miseria y precariedad en el que se encuentran sumergidos estos 
barrios.
Por último, en orden decreciente: las invasiones. Estas 
consisten en edificaciones a medio construir –en ocasiones con la simple
 estructura basta- que son tomadas a mitad de la noche por grupos de 
personas que no tienen ni para alquilar un rancho en lo más alto del 
cerro, y sin alternativa alguna, habitan estos lugares en donde se está a
 la merced de las mafias delictivas, drogas, prostitución y 
concentración de epidemias por la altísima densidad poblacional de estos
 barrios verticales.
Las siguientes serían descripciones acertadas de las condiciones de vivienda de los más pobres en Venezuela:
"Estas calles son por lo general tan estrechas que se puede pasar de la 
ventana de una casa a aquella de la de enfrente. En esa parte de la 
ciudad, no hay ni cloacas ni retretes o lugares de desahogo dentro de 
las casas, y por eso todas las inmundicias, detritos o excrementos de 
por lo menos 50000 personas son lanzados cada noche en las cunetas. (…) 
En la mayoría de los casos tienen una sola pieza -donde, solo existe una
 cama donde duermen en una confusión repugnante, hombres y mujeres, 
jóvenes y viejos." [I]
Sin embargo, tales descripciones corresponden a un informe sobre las 
condiciones sanitarias de la clase proletaria de Inglaterra presentado 
ante el Parlamento de ese país en julio de 1842, lo que nos hace 
comprender que en 172 años el capitalismo no ha podido dotar de 
viviendas dignas al proletariado moderno –que viene a ser la gran 
mayoría de la población mundial- ni ha podido erradicar siquiera las 
miserias más groseras e inhumanas que en consecuencia padecen.
Hoy en día, en Venezuela existen 2.807.563 trabajadores que sobreviven 
en esas condiciones, en hogares inadecuados, en hacinamiento crítico y 
sin acceso a los servicios públicos básicos; según cifras oficiales del 
Censo del 2011 [II]. Todos y cada uno de ellos, sin esperanza
 alguna de mejorar, porque no es impreciso afirmar que acceder a una 
vivienda digna en nuestro país es una utopía para todo aquel que no tenga otra cosa que su fuerza de trabajo y dependa de un salario para vivir.
¿Por qué si el Gobierno Nacional ha construido casi 552.000 viviendas desde el 2011 los precios aún suben?
Algo que siempre menciona la empresa privada de la construcción para 
justificar el alto precio de la vivienda, es el sostenido incremento del
 precio de los insumos.
 
En cuanto a este mismo factor, la Cámara Venezolana de la Construcción 
indica que sólo en octubre del 2013 la inflación en los rubros del 
sector fue de 11,1%, lo que implica que los precios de los productos se 
han incrementado en 77,9%, aunque, cinco de los 21 rubros que mide el 
Banco Central de Venezuela mostraron una variación superior a 80%. Entre
 los insumos más costosos se encuentran el recubrimientos de paredes y 
techos, sistemas hidroneumáticos, materiales de plomería, artefactos 
sanitarios y productos de concreto. En sólo 12 meses el aumento fue de 
141,5%.
Este incremento, que claramente se agudiza a partir del 2011, responde a
 muchas variables relacionadas con la inflación, el control cambiario, 
la regulación del cemento y la cabilla; siendo un factor importante la 
amplia demanda que significa la Gran Misión Vivienda Venezuela. Esto es 
un problema porque nuestro país no cuenta con la industria necesaria 
para producir todo lo que el sector de la construcción necesita, lo cual
 genera escasez y el aumento consecuente de los precios.
Observamos entonces como choca una política pública cuando se aplica 
aisladamente contra la realidad objetiva de la nación: no es posible 
construir grandes obras sin contar con la infraestructura e insumos 
necesarios. Es curioso como el costo de los insumos, que corresponde al 
tiempo requerido de producción en fábrica y a la habilidad del 
trabajador para generarlos, es decir, la magnitud de su valor; se 
distorsiona completamente con su precio final cuando entra en el mercado
 y se transforma en mercancía por las leyes de oferta y demanda.
Este incremento limita la edificación de viviendas, lo cual a su vez 
resulta en la escasez misma de apartamentos y casas; y afecta de igual 
forma a todas las ramas de la construcción de obras civiles.
En ese sentido, se estima un déficit de 1.451.404 viviendas como 
resultado de las estériles políticas públicas ejecutadas por los 
Gobiernos de los últimos 50 años, con la clara distinción que marca el 
mes de abril del 2011 con el lanzamiento de la Gran Misión Vivienda 
Venezuela [III].
Hasta ese momento, específicamente el 30 de abril de 2011, el total de 
unidades habitacionales construidas, tanto por el sector público como el
 privado, fue de 2.480.044 viviendas; un saludo a la bandera si consideramos que hace 50 años éramos 5.034.838 de venezolanos y hoy 30.206.307 [IV].
Un dato interesante es que en 39 años, los gobiernos de derecha de la 
llamada IV República (1959-1998), construyeron 1.173.192 unidades 
habitacionales, mientras que el sector privado –tan parásito como 
siempre- edificó sólo 759.982. Es decir, del 100% de viviendas 
construidas durante los gobiernos puntofijistas, 60,68% fueron 
edificadas por el Estado y 39,31% por empresas particulares.
Con la llegada del Presidente Hugo Chávez, el Gobierno Bolivariano 
entregó desde 1999 hasta el 2010, 284.329 viviendas, mientras que el 
sector privado construyó 262.541 [V]. En este caso, la 
participación gubernamental disminuyó hasta posicionarse en un 51,99% 
del total de hogares edificados, mientras que el 48% restante fue 
producto de las constructoras.
Es evidente la orientación “privada” en los planes habitacionales en esa primera etapa de la V República.
No fue sino hasta abril del 2011 que surgió una política relevante en 
materia de vivienda: La Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV). Esta 
pretende emendar el déficit nacional con la construcción de un estimado 
de 2 millones de unidades habitacionales hasta el 2019. Lo cual podemos 
apreciar con el siguiente gráfico:
Aclaremos algunos puntos:
En primer lugar, se evidencia que las metas aún no cumplidas 
correspondientes a los años 2014, 2015, 2016 y 2017; constituirían un 
incremento espectacular en la cantidad de viviendas edificadas, lo cual 
cuestionamos al observar que sólo se han culminado 10.823 vivienda en lo
 que va de año, y que la capacidad instalada de la industria de la 
construcción permanece inerte.
Además, según un balance de finales del 2012 ofrecido por el Presidente 
del Órgano Superior del Sistema Nacional de Vivienda y Hábitat, Rafael 
Ramírez; el poder popular, a través de los consejos comunales, 
había construido el 39% de las casas y apartamentos de la Gran Misión 
Vivienda Venezuela durante su primera fase, o sea, 135.385 unidades 
habitacionales de las 346.798 edificadas hasta esa fecha [VI].
Estos consejos comunales construyen bajo el plan de Transformación 
Integral del Hábitat (TIH), que integra los programas de Sustitución de 
Ranchos por Viviendas (SUVI) y Barrio Nuevo, Barrio Tricolor. Dicho 
plan, a pesar de significar un intento por dignificar las condiciones 
materiales de vida de miles de trabajadores que habitan en los barrios, 
no implica la edificación de nuevas viviendas que contribuyan con la 
disminución del déficit base de residencias, ya que aun cuando las 
personas que son atendidas por este programa habitan hogares en 
situación de precariedad, no califican para la estadística del déficit 
nacional de vivienda.
Así las cosas, entre el 2011 y el 2012, sólo se contribuyó con una 
disminución de la necesidad base en apenas 107.183 unidades 
habitacionales, tomando en consideración el incremento vegetativo anual 
del déficit. Lo que implica que pasarían 25 años a este ritmo para 
cumplir con la meta final de la Gran Misión Vivienda Venezuela y llevar 
la necesidad al mínimo.
Hasta los momentos, se han construido 551.227 viviendas a nivel 
nacional, entre el sector público, el privado y el poder popular; bajo 
la misma fórmula. Esa es la razón del incremento sostenido de los 
precios según los privados, la escasez de la mercancía “vivienda”; lo 
que a su vez es consecuencia de la falta de insumos, maquinaria e 
infraestructura.
Cabe destacar que cuando decimos “viviendas construidas por el sector 
público”, realmente queremos decir “viviendas construidas por empresas 
privadas pero pagadas por el Gobierno”. Esto es, pagando al precio 
especulativo del mercado inmobiliario a constructoras privadas 
nacionales e internacionales para construir viviendas con débil acceso a
 los servicios públicos (debido a los ahorros de costos necesarios para 
maximizar el lucro por parte de las constructoras), sin equipamiento 
urbano ni centros de trabajo masivo industrial que funcionen para 
alimentar la capacidad productiva de la sociedad y generar fuentes de 
trabajo formal.
Sin profundizar en especulaciones acerca del cumplimiento de las metas 
de la Gran Misión Vivienda Venezuela, procederemos a analizar el 
siguiente caso hipotético:
Supongamos que el Gobierno Bolivariano logra acabar con el déficit de 
viviendas. En teoría, esto brindaría un equilibrio a los precios de las 
residencias, debido a la opinión universal de que mientras más oferta de
 un bien o un servicio, la tendencia es que sus precios disminuyan.
Sin embargo, es nuestro deber advertir que ese no es el funcionar 
verdadero de la lógica capitalista. La triste realidad es que en el 
momento histórico que vivimos, superada la escasez real, vendrá la 
escasez artificial fabricada por las empresas privadas de la 
construcción, quienes controlando el mercado inmobiliario, sacarán sus 
viviendas a la venta sólo cuando el momento permita el mayor lucro 
posible y con toda la especulación que ya los caracteriza. Nunca 
olvidemos las estafas inmobiliarias [VII].
Ejemplos de lo anterior se viven en España, donde existen 
aproximadamente 3.44 millones de viviendas vacías, en manos de las 
grandes inmobiliarias, esperando para ser vendidas a los precios 
groseros del mercado de bienes raíces en el momento preciso [VIII].
Entendemos entonces, que sin importar la abundancia de algún bien, 
incluyendo la vivienda, su precio dependerá siempre de quien sea el que 
los tenga bajo su control, y en este caso quien lo hace es la burguesía 
parásita y especuladora; que ve nuestras necesidades como oportunidades 
de lucro y no como derechos.
El rumbo a seguir
Si queremos dar fin a esta lacra social, lo ideal es aplicar un plan 
integral que abarque todas las aristas que implica el problema de las 
obras públicas y la vivienda:
Para empezar, proponemos la centralización de toda la maquinaria e 
infraestructura disponible para la construcción masiva de obras públicas
 en una sola empresa estatal, que permita espacios de auditoría, 
revisión, control y participación gerencial obrera; así como la correcta
 planificación de los insumos a importar, y posteriormente, a producir; 
destacando el carácter de clase que esta política pública debe mantener 
para cumplir con el derecho histórico de los trabajadores a una vivienda
 digna [IX].
Sin embargo, con lo que cuenta el país no es suficiente, por ello es 
necesaria una solución que permita hacer frente a la situación 
coyuntural de la escasez de materiales de construcción y maquinaria 
mediante el comercio exterior, y que a la vez cree las condiciones 
necesarias para que el ciclo no se repita, es decir, que la producción 
interna haga innecesaria la importación de insumos potencialmente 
disponibles. Por ello, se ha propuesto estatizar, en todas sus etapas, 
la importación de maquinaria e insumos de la construcción para asegurar 
el suministro de los productos requeridos [X].
Y por último, es necesario concentrar la banca estatal en lo que 
respecta al financiamiento de obras civiles y créditos hipotecarios [XI],
 para garantizar el correcto flujo de recursos financieros a través de 
un solo ente, y reparar el daño que a diario sufren quienes tienen su 
vivienda dentro del bolsillo de los bancos.
Todas estas propuestas permitirían la construcción masiva de obras 
públicas y viviendas mediante los esfuerzos y recursos concentrados en 
órganos únicos en su ramo, condición que los hace fácilmente auditables,
 sistematizables y controlables. De igual forma, se garantizaría el 
acceso del derecho humano a un hogar por cuanto el Estado tendría en su 
poder todas estas iniciativas, en contraposición a la empresa privada 
que, como ya se ha demostrado, la mueve más el lucro que la justicia 
social.
¿Ahora, cómo serían adjudicadas estas viviendas de verdadera edificación
 estatal? ¿En forma de propiedad privada? Más de este punto en una 
próxima ocasión. Por los momentos, la cita siguiente sugiere una 
profunda reflexión al respecto.
“Mientras exista el modo de producción capitalista, será absurdo querer 
resolver aisladamente la cuestión de la vivienda o cualquier otra 
cuestión social que afecte la suerte del obrero. La solución reside en 
la abolición del modo de producción capitalista, en la apropiación por 
la clase obrera misma de todos los medios de subsistencia y de trabajo.
” [XII]
Fuente: Aporrea 
 
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