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Tres
 años después de haberse liberado la venta de casas en Cuba, las 
estadísticas muestran un ligero descenso en los precios y un aumento 
discreto de las ventas en el recién abierto mercado inmobiliario cubano 
de la isla en momentos en que el déficit de viviendas se acentúa cada 
vez más en el país.
Publicidad del incipiente mercado inmobiliario cubano en el Paseo del Prado en La Habana. 
 Un reciente estudio realizado por The Havana Consulting Group constató 
un crecimiento del 95.5%, con 88,000 casas vendidas el pasado año, casi 
el doble de las 45,000 del 2012. Sin embargo, resulta todavía un número 
muy bajo si los comparamos con los 3.7 millones del fondo habitacional 
cubano, según datos oficiales de la Oficina Nacional de Estadísticas e 
Información (ONEI).
 
 El volumen de ventas está comprendido en el total de traspasos de propiedad registrados durante el año, que ascendió a 200.000.
 
 Estos resultados arrojan que solo el 2.38% de las casas existentes se 
vieron involucradas en operaciones de compraventa en el 2013.
 
 A este panorama de operaciones se suma el hecho de que el déficit 
habitacional se incrementó en los últimos años hasta el millón  
viviendas. Hace dos años la carencia se situaba en los 700,000 
inmuebles.
 
 El incremento del déficit se deriva de que la construcción de casas cayó
 un 48% en el período 1989-2013. Desde el 2006, cuando se edificaron 
11,373, las estadíticas reflejan un retroceso continuado hasta el pasado
 año, cuando apenas se construyeron 25,634, y 12,217 de ellas como 
resultado del esfuerzo propio de la población.
 
 Valga recordar que el 60% de las viviendas se encuentran entre regular y
 en mal estado, lo que constituye un factor del crecimiento acelerado de
 la demanda en el mercado inmobiliario.
 
 Precios más bajos
 
 El aumento de la cantidad de casas vendidas en el país se debe a dos 
motivos clave: la disminución de los precios de las viviendas y al 
factor migratorio. Muchas de estas viviendas son vendidas por personas 
que abandonan definitivamente del país y ahora pueden hacerlo con un 
capital, a diferencia de la etapa precedente a noviembre del 2011, 
cuando estaban obligados a entregar la propiedad al Estado sin recibir 
compensación alguna.
 
 En realidad, el segmento de la población que emigra constituye uno de 
los nichos de mayor dinámica dentro del todavía incipiente mercado 
cubano de bienes raíces.
 
 El estudio reflejó que, en general,  que los precios de la vivienda han 
disminuido en todas las provincias monitoreadas con relación al año 
anterior. La disminución más notable se produjo en los mercados de 
Matanzas (27.47%), La Habana (19.80%) y Cienfuegos (16.04%), seguidas 
por Artemisa (8.79%) Camagüey (8.53%) y Holguín (8.36%).
 
 Finalmente, las de menor cambio de precios fueron las provincias de Villa Clara (6.18%) y Sancti Spíritus (2.33%).
 
 La disminución de los precios se explica a la poca movilidad que tuvo el
 mercado en el primer año después de liberado el negocio de bienes 
raíces, en el 2011. En el segundo año se observa una reevaluación de los
 precios por parte de los propietarios, lo cual indica que el mercado 
comienza a autorregularse. La tendencia podría continuar acentuándose 
gradualmente en los próximos años si no hay cambios profundos que 
impacten en el mercado y cambien la dinámica actual en las operaciones 
de compraventa.
 
 La Habana, el mercado mayor
 
 El estudio corroboró que la capital es el principal mercado del negocio 
de bienes raíces en Cuba. Actualmente en La Habana vive el 19 % de la 
población del país y tiene el 18% de las capacidades de alojamiento. 
Además de la lógica afluencia de residentes por tratarse del núcleo 
político, económico y cultural de la nación, es el destino principal de 
la migración interna, el epicentro del turismo y la región con el mayor 
poder adquisitivo en dólares.
 
 De acuerdo con la muestra analizada, el 50.77% de las casas en venta se 
encuentran en La Habana, mientras que el 49.33% restante se distribuye 
en el resto de las provincias.
 
 Antes y después de 1959
 
 La investigación ha puesto también al descubierto dos interesantes características que marcan la sociedad cubana actual:
 
 1, El mercado inmobiliario cubano está segmentando la sociedad en estratos y clases en virtud de los ingresos de los ciudadanos.
 
 2. Existe una diferencia notable entre los precios de las casas 
construidas antes de 1959 con respecto a las viviendas construidas en 
los últimos 54 años, en claro reconocimiento a la calidad de las 
construcciones concluidas en la etapa revolucionaria.
 
 
 
En este nuevo contexto comienzan a definirse en el mercado segmentos de 
población con altos y medianos ingresos, ya sea por su éxito como 
trabajador por cuenta propia,  porque trabajan en el exterior o reciben 
ayuda de sus familiares emigrados. Significativamente, las remesas y 
otras contribuciones desde el extranjero van dirigidas, en no pocos 
casos, a inversiones en bienes raíces y otros negocios legalmente 
permitidos por el gobierno.
 En la Habana, esos segmentos beneficados. se están posicionando, 
paulatinamente, en viviendas ubicadas en los barrios donde en la “época 
capitalista” residían las familias y personas de mayores ingresos y 
mejores estándares de vida. Estas casas se localizan en su mayoría en 
los municipios Playa y Plaza, principalmente en los repartos Siboney, 
Atabey, Miramar, Kohly y Nuevo Vedado, zonas residenciales donde se 
vienen estableciendo las élites emergentes surgidas en los últimos años.
 
 Linaje constructivo: capitalista
 
 Centenares de casas que se anuncian en Internet en esas zonas exclusivas
 -alrededor de 850 inmuebles- tienen precisos por encima de 100,000 CUC.
 De igual manera, hay más de una decena valoradas en un millón de CUC o 
más. El valor promedio de una vivienda en estos barrios exclusivos ronda
 entre 150,000 y 200,000 CUC.
 
 Esas casas y otras con precios más bajos son las que aparecen los 
anuncios de Internet descritas por sus propietarios como “casa de 
construcción capitalista”, una estrategia publicitaria para destacar y 
diferenciar la calidad constructiva del inmueble en comparación con las 
viviendas construidas después de 1959.
 
 A la vez, las ofertas más bajas del mercado se encuentran en las afueras
 de provincias, en municipios con las poblaciones de menor poder 
adquisitivo y en los barrios más pobres de las cabeceras municipales de 
cada territorio.
 
 En general, los precios del mercado inmobiliario tienen un contraste 
significativo. Si rastramos las ofertas en barrios como Alamar, en el 
municipio Habana del Este, o San Agustín, en La Lisa, el precio de las 
viviendas se encuentra en un rango entre 5,000 y 18,000 CUC.
 
 Una burbuja de ilusiones
 
 Tras haberse liberado el mercado inmobiliario cubano, la realidad 
refleja las debilidades y limitaciones del marco legal que sustenta las 
operaciones de compraventa como parte de las reformas emprendidas en la 
economía del país.
 
 En la práctica, las cinco décadas que estuvieron clausuradas las 
activiades de compraventa de viviendas pesan todavía mucho. La falta de 
mecanismos financieros para estimular las ventas y financiar las 
hipotecas, los préstamos irrisorios para encarar la construcción o 
reparación de viviendas por parte de los bancos estatales, los bajos 
salarios, el limitado poder adquisitivo de la población, y la 
inexistencia de un inventario de inmuebles que asegure una dinámica de 
ventas, entorpecen tremendamente el desarrollo de este sector.
 
 Más aún, la ausencia del sector privado como motor fundamental de la 
industria de la construcción en la isla se añade al rosario de 
obstáculos para impulsar un mercado inmobiliario sostenible.
 
 Las regulaciones vigentes (Decreto-Ley 288/2011 y sus resoluciones 
complementarias) prohíben adquirir una vivienda a quienes hoy se 
presentan como potenciales compradores: los cubanos que viven en el 
exterior y los extranjeros interesados en adquirir una propiedad en la 
isla.
 
 Para los más necesitados, los cubanos residentes en el país, la 
autorización para comprar o vender sus casas ha resultado más el 
levantamiento de una prohibición que la implementación misma de una 
reforma.
 
 Aun con la novedad de que por primera vez en medio siglo los cubanos 
pueden contar con su vivienda como un activo financiero propio, no es un
 incentivo suficiente para el auge de un mercado inmobiliario en la 
isla. Urge que el gobierno permita que el sector privado participe en la
 industria de materiales de la construcción, en el diseño y edificación 
de las viviendas, y en la creación de instituciones financieras que 
aporten el capital para los proyectos constructivos y las hipotecas de 
los compradores.
 De lo contrario, el boom del mercado inmobiliario en Cuba seguirá compás
 de espera y no pasará de ser otra burbuja de ilusiones en la era de los
 cambios de Raúl Castro
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