lunes, 6 de junio de 2016

Arquitectura del futuro: innovar en la era Minecraft

Otro vector de novedades futuristas en este campo es el de la impresión 3D. Foto: Shutterstock
 La búsqueda de nuevos materiales más baratos, livianos y ecológicos marca el rumbo del diseño y la construcción.

La torre parece un panal de abejas, con cientos de pequeños "bichos" volando alrededor, entrando y saliendo: se trata de un edificio en el medio de Manhattan propuesto para que Amazon concentre allí todos sus drones a fin de realizar envíos en Nueva York y alrededores. Otra iniciativa contempla que impresoras 3D construyan casas en Marte, para habitar dentro de dos décadas. Arquitectos y constructores exploran y eligen crecientemente materiales "imposibles", varias veces más baratos, livianos y ecológicos que los actuales, que permiten completar viviendas y obras de infraestructura modulares, como si fueran juegos de Lego, en pocas horas.

Parte de la agenda de innovación que hoy se discute en el sector de la construcción suena a novela de ciencia ficción, pero otros avances ya protagonizan una ola de cambios que apuntan a modificar profundamente un negocio que a nivel mundial representa el 6% del PBI, es mano de obra intensivo, responsable de una proporción importante del calentamiento global y con un profundo impacto en la cotidianeidad: los seres humanos pasamos más de dos tercios de nuestras vidas en "interiores", tanto en hogares como en lugares de trabajo.

"La revolución ya llegó, y hoy la vía principal de cambio tiene que ver con el Big Data, que está haciendo repensar todo el proceso de construcción", cuenta Nicolás Minuchín, un emprendedor argentino que hace 10 años se instaló en Estados Unidos con una empresa, Acusourcing, proveedora de renders y realidad virtual para previsualizar emprendimientos para arquitectos y desarrolladores.

El análisis de datos a gran escala va a producir más cambios en aquellas industrias muy fragmentadas, con poca coordinación y comunicación entre las distintas "tribus" que la componen (sucede con la salud y también con la construcción), porque el Big Data vuelve mucho más evidentes las ganancias de colaboración. Facilita una dinámica de ahorro de costos, dice Minuchín: sólo la masificación del sistema BIM (Building Information Model) ya produjo ahorros acumulados del orden del 3%. "Las construcciones empiezan a verse como un proceso en el que se maximizan beneficios y se minimizan costes económicos y ambientales por varias décadas, y este nivel de coordinación sólo es posible con la actual capacidad computacional", explica. Uno de sus clientes, recientemente, ganó una licitación para construir una cárcel en Kuwait. Moviendo la construcción un solo grado en la visualización previa, con los datos geográficos reales provistos por el GPS, los arquitectos pudieron detectar un ahorro multimillonario en energía (por cómo llegan los rayos del sol), acumulado a varios años.

"Esta revolución va a ser más lenta en la Argentina, porque nuestro proceso de construcción es distinto, tiene menos especificaciones previas y se va definiendo más sobre la marcha de la obra, pero eventualmente llegará", agrega el emprendedor.

Combinadas con la multiplicación de datos y capacidad computacional, distintas aplicaciones de la Internet de las Cosas (IoT por su sigla en inglés) van a tener un impacto grande en la construcción. La consultora McKinsey estima en hasta 470.000 millones de dólares el valor adicional creado en la industria de la construcción para 2025 (en el cual incluyen tanto la construcción de objetos industriales como de plataformas petroleras, plantas, etc.) debido al aumento de eficiencia.

Para el tecnólogo y físico Andrei Vaszhnov, va a cambiar radicalmente "el paradigma de mantenimiento retrospectivo a mantenimiento anticipativo". "Hoy en día hacemos mantenimiento de nuestras máquinas con el paradigma de arreglar las cosas cuando se rompen. Debido a esto, la tasa de activos ociosos en ámbitos industriales es muy alta, mientras buscamos técnicos y compramos repuestos. Una vez que tenemos máquinas instrumentadas con sensores y procesamiento de datos, vamos a pasar a la modalidad anticipativa, donde la máquina (un ascensor del edificio, por ejemplo) llama al técnico con antelación, antes de que se rompa. Esto va a mejorar el uso de capital", anticipa Vazhnov.

Según el físico siberiano instalado en Buenos Aires, autor de un libro reciente sobre IoT, "al localizar todos las personas y los objetos y poder analizar su movimiento en tiempo real, vamos a poder aplicar los algoritmos de Big Data para buscar patrones ineficientes y mejorar continuamente los procesos. La industria de la construcción es una de las más complejas en términos de gestión de procesos, dado que hay mucha variabilidad -de todo tipo- entre un sitio y otro. Con la IoT sumada al análisis de datos vamos a poder tener una mirada mucho más profunda sobre estos procesos y aumentar su eficiencia a través de gestión dinámica".

Pero el fenómeno del análisis de datos es sólo una de las avenidas de impacto disruptivo. Verónica Bosio, una arquitecta platense, está fascinada con los nuevos materiales que están apareciendo en la industria de la construcción. Para la profesora de la UNLP y consultora de la constructora Ingenor, "hay una gran preocupación por generar nuevos materiales más sustentables (de materias primas recicladas, que resulten menos contaminantes, que ayuden al ahorro energético o directamente que intervengan en el proceso de generación de energía)". Por ejemplo, los vidrios fotovoltaicos o las pinturas de grafeno funcionan, en ambos casos, como paneles solares.

"También ha habido un gran avance en cuanto a la resistencia y la autorreparación, o bien de polímeros que a temperatura ambiente se funden en una sola pieza y tienen memoria de su forma, o de biocementos donde se autorreparan las fisuras por contener bacterias latentes que se activan con el agua. A todo esto se le está agregando el plus de la nanotecnología, que justamente es la que permite dar a los materiales las características de mayor resistencia, menor mantenimiento, hidrofobia o refracción, según el objetivo deseado, y que se ve principalmente en pinturas, pisos y revestimientos", cuenta la arquitecta.

Bosio trabaja con varios estudios de Europa y los Estados Unidos que están explorando con materiales nuevos. "No es un fenómeno marginal: regulaciones de la Unión Europea en materia ambiental prevén un cambio obligado y profundo de los materiales y procesos de construcción para el año 2020", explica ahora Alexis Caporale, uno de los fundadores de Trimaker, empresa de impresión 3D y experto en energías alternativas.

La hermana de la arquitecta Verónica Bosio, Valeria, es una bióloga que trabaja en varias iniciativas de "innovación silenciosa" con materiales disruptivos (por ejemplo, cómo llegar a imitaciones de huesos humanos desde la seda, en un proyecto conjunto con el MIT), y mantiene a Verónica al tanto de las últimas novedades en nanomateriales.

Otro vector de novedades futuristas en este campo es el de la impresión 3D. Caporale sostiene que "se trata de una tecnología que cambia completamente la forma de construir". En julio del año pasado se supo que las empresas chinas WinSun y Zhuoda Group compiten por la vanguardia en este mercado donde, por ahora, se fabrican en 3D paneles que luego se trasladan para ensamblar viviendas en pocas horas, mucho más baratas y que pueden resistir terremotos de nueve grados en la escala de Richter.

Para Caporale, hay dos tendencias para resaltar en este campo. Una es que la reducción de costos puede resultar ideal para cerrar la brecha habitacional en países pobres o en lugares de catástrofe, que necesitan una reconstrucción rápida. La otra es el inicio de una era de "formas redondeadas": las formas rectas pertenecen a una época en la que la escala mandaba, y con la impresión 3D esta restricción deja de tener sentido.

Construcciones en impresoras 3D, que apelan a todo el poder del Big Data, en otros planetas, hechas de materiales más baratos, livianos y ecológicos, liberadas de la tiranía de las líneas rectas: el sector de la construcción se prepara para una revolución cuyos alcances parecen no tener límites.

Fuente: Sebastián Campanario
LA NACION

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