Fuente: variety.com
En Highgate, una zona del noroeste de Londres, justo al lado del parque Hampstead Heath, se encuentra Witanhurst, la segunda residencia más grande de la capital británica si exceptuamos el palacio de Buckingham. Construida entre 1913 y 1920, la mansión de arquitectura georgiana se extiende en un área de 4 hectáreas. La casa que en un día tuvo como objetivo agasajar a la élite londinense, Reina Isabel incluida, ha pasado las últimas décadas derrumbándose, al menos hasta que un enigmático propietario se hizo con ella en el año 2008. Una adquisición que revela mucho sobre el futuro de Londres en particular y de las grandes metrópolis en general. Sobre la identidad de su propietario se pregunta Ed Caesar en un minucioso reportaje inmobiliario publicado en las páginas de The New Yorker. Desde su último cambio de dueño, Witanhurst ha sido objeto de una profunda reforma en la que se ha demolido el ala destinada al servicio y se ha construido la Orangery, una villa de tres pisos para la vida familiar. Eso es lo que se puede ver a simple vista –aunque lo de “simple” es un decir dada la privacidad que rodea la mansión–; bajo tierra se extiende un terreno de más de 12.000 metros cuadrados, algo así como la extensión de un campo de fútbol. Las casas iceberg que se extienden bajo nuestros pies Tan sólo una casa en Manhattan en manos del financiero Jeffrey Epstein supera el tamaño bajo tierra de esta mansión. Todo este campo bajo tierra está trufado por piscinas olímpicas, un cine, habitaciones para masajes, gimnasios, habitaciones para personal y aparcamiento para 25 coches. Es sólo el principio, porque el concilio local ha dado luz verde a un segundo sótano. Aunque suene a excentricidad de multimillonario, la necesidad obliga a la creación de estos proyectos faraónicos cada vez más comunes en Londres: estas “casas iceberg” que se extienden bajo la tierra son la consecuencia lógica de una gran inversión económica en nuevas propiedades inmobiliarias y la escasez de terreno edificable. ¿La solución? Cavar, como si de Minecraft se tratase. Tampoco se puede afirmar que con sus 27.500 metros cuadrados (65 habitaciones en tres plantas), la mansión de Witanhurst se quede corta de espacio. Después de que la reforma termine, probablemente se convertirá en la propiedad más cara de todo Londres, con un precio de unos 300 millones de libras, alrededor de 275 millones de euros. Según las fuentes de Caesar, el proyecto, que puede tardar una década en completarse, cuesta unos dos millones de libras (1,84 millones de euros) a la semana y proporciona trabajo a docenas de personas. Al fin y al cabo, se trata de una empresa que, aunque no haya agradado a muchos vecinos –una pareja de ancianos se lamenta de que la construcción puede haber devaluado en un millón de libras el valor de su casa contigua–, ha dejado bastante dinero en la capital: si se vendiese la propiedad, la capital podría llevarse hasta 36 millones en impuestos. La realidad es que cada vez más dinero extranjero está entrando en el sector inmobiliario de lujo de las grandes capitales occidentales, de París a Nueva York pasando por Londres, que se beneficia de ser un enclave europeo en el que se habla inglés. Aproximadamente el 70% de las nuevas construcciones de la capital inglesa han sido adquiridas por inversores extranjeros, a menudo al contado. Ello ha cambiado el panorama inmobiliario de la capital: los precios de algunas zonas han crecido hasta una cuarta parte durante el último año, algo que el propio Boris Johnson reconoce en unas declaraciones recogidas en el reportaje: “El éxito de Londres es tener el peculiar efecto de hacer que los londinenses no puedan permitirse vivir en su ciudad. En inmuebles, hay un empobrecimiento constante de los burgueses, y necesitamos hacer frente a eso”. Un propietario anónimo que transforma la ciudad El enigma que rodea a la identidad del propietario dice también mucho de qué manera una gran urbe puede cambiar sin que nadie sepa quién lo ha provocado. Existen acuerdos de confidencialidad con todos los trabajadores y ninguno de los vecinos sabe nada sobre la identidad del propietario de la mansión más allá de que pertenece a una sociedad patrimonial, Safran Holdings Limited, con sede en las Islas Vírgenes. Tan sólo se sospecha que pertenece a una familia rusa, como ocurre con muchas propiedades de una calle en la que habitaron Coleridge o Kate Moss, e incluso el nombre de Vladimir Putin ha salido a relucir en alguna conversación. Una plaga inmobiliaria en Inglaterra donde, según el Financial Time, más de 1.000 millones de libras en propiedades inmobiliarias se encuentran en manos de empresas offshore. Como explica en el artículo Charles Moore de The Telegraph, el mercado inmobiliario de Londres se ha convertido en “una forma de lavado de dinero internacional y legal”. De ahí que la identidad del afortunado dueño del Parlamento en la Colina (el significado de Witanhurst en inglés antiguo) tenga tanta importancia, y se guarde con tanto celo a través de acuerdos de confidencialidad. El autor sugiere el nombre de Andrey Guryev como el hipotético dueño de la propiedad. Se trata del fundador de una gran compañía de fertilizantes, PhosAgro, y se encuentra en el puesto número 28 de los hombres más ricos de Rusia, con un fortuna personal valorada en más de 3.500 mil millones de dólares. Toda una incógnita, como reconoce el periodista: nunca ha dado una entrevista y, a pesar de haber sido senador en Rusia durante 12 años, nunca dio un discurso público. Guryev consiguió hacerse con la mayor parte de la compañía después de la caída en desgracia de su socio Khodorkovsky y, como sugiere el reportaje, la adquisición de Witanhurst es una buena forma de inversión a largo plazo. Sea cual sea la verdadera identidad del dueño de Witanhurst, su transformación de mansión tardovictoriana destinada a funcionar como telón de fondo de la vida social de Londres, cócteles y partidos de tenis de la alta sociedad incluidos, a convertirse en la propiedad privada de un multimillonario extranjero, dice mucho del devenir de las grandes urbes del futuro. O cómo estas pasarán de estar controladas por las burguesías locales para abrazar una nueva forma de multiculturalidad, la que los ceros en la cuenta corriente favorecen, a medida que empujan fuera de sus fronteras a los que no pueden permitirse pagar unos precios en constante aumento. Fuente: El confidencial |
martes, 9 de junio de 2015
Reino Unido: Esta es la casa más misteriosa de Londres y nadie conoce a su dueño
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