Urbes con más de 5 millones de habitantes
Según explica Andrés Precedo Ledo, catedrático jubilado de Xeografía Humana e Ordenación do Territorio de la USC, «hay dos visiones a la hora de planificar las ciudades: la economicista, que intenta minimizar los costes del sistema de producción; y la humanista, que intenta que la gente viva mejor y tenga más servicios». Mientras Europa y Estados Unidos se guiaban por modelos humanistas, las urbes asiáticas siguen claramente el modelo economicista: «Son muy compactas, con grandes rascacielos para evitar la dispersión». Resultan casi inhumanas, pero su poder es tal que superan al PIB de muchos países medios y en un entorno en el que «el papel de las regiones se diluye a nivel mundial» una megalópolis tiene un peso específico muy importante. China, por ejemplo, está planificando construir una ciudad, Jing-Jin-Ji, de tres veces el tamaño de Andalucía y con una población de 130 millones de habitantes. No se haría desde cero, claro, sino que sería la unión de Pekín (22 millones) con Tianjing (14 millones) y la provincia de Hebei (con siete ciudades de entre 3 y 10 millones cada una).
¿Las nuevas naciones?
Este tipo de medidas tan sorprendentes hace que cada vez más gente se pregunte si ahora las ciudades son las nuevas naciones. Jane Jacobs, fallecida escritora americana experta en Urbanismo escribía en su obra Muerte y vida de las grandes ciudades: «Las naciones no son la unidad adecuada para el estudio macroeconómico; las ciudades sí lo son».
Albino Prada, profesor de Economía Aplicada en la Universidade de Vigo y experto en crecimiento y desarrollo regional, cree que «aunque muchas ciudades tengan un peso y relevancia en la economía global mayor que muchas naciones, debiéramos evitar considerarlas como sustitutivas. Para gobernar los problemas globales del siglo XXI serán imprescindibles organizaciones supranacionales (como la Unión Europea o la ONU) construidas con muchas naciones, imposibles con muchas ciudades».
Pero naciones o no, lo cierto es que las ciudades van a marcar el ritmo, ya lo están haciendo, de la economía: «La población está donde está el potencial de mercado -dice Precedo Ledo- y las empresas van allí a buscar clientes. En todos los países el aumento del PIB se da en zonas urbanas [París genera el 45 % del crecimiento del PIB francés]». Está claro por tanto que «las grandes áreas urbanas y metropolitanas conforman la masa crítica imprescindible para impulsar el desarrollo tecnológico, el capital humano y el capital social», en palabras de Albino Prada.
Más relación entre sí
O, como decía Jane Jacobs, «todo el progreso económico tiene origen en las ciudades» y «las ciudades se alimentan de otras ciudades, no del resto del país». Andrés Precedo comparte esta idea de que «las ciudades se relacionan mejor entre sí», y un ejemplo fue la última cumbre del clima celebrada en París, donde una de las reuniones más celebradas resultó la de 200 alcaldes de todo el mundo -incluido el de Pontevedra, Fernández Lores- para compartían experiencias sobre cómo hacer su entorno más ecológico y sostenible.
Porque esa es la cruz de esta nueva moneda: las urbes ofrecen mayor esperanza de vida, educación superior y en general una mayor prosperidad, son el foco de la innovación y crecimiento de un país, pero también son foco de contaminación insostenible y de inseguridad y crimen. El investigador en seguridad Robert Muggah afirma que aunque el mundo es más seguro -en ocho años mejoró el ratio de delitos en 23 de los 34 países de la OCDE-, hay un foco importante de riesgo: las ciudades inestables, lugares de crecimiento muy rápido, donde la infraestructura está sobrecargada y el gobierno es a menudo ineficaz.
Lo malo es que en el 2050 el 75 % de la población mundial -2.7000 millones de personas- vivirán en ciudades, en unas pocas realmente. La ONU estima que en el 2030, el 9 % de la población mundial se concentrará en 40 megalópolis de más de 10 millones de habitantes, 30 en Asia.
Fuente: lavozdegalicia.es
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viernes, 1 de abril de 2016
Las grandes urbes ya no son occidentales
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