lunes, 25 de noviembre de 2013

INTERNACIONALES: ESPAÑA

 
Carlos Hernanz
Estamos de moda. El dinero internacional empieza a perder el miedo a España. La conjunción en el tiempo de determinados factores ha propiciado que, por fin, los inversores que llevaban años revoloteando sobre nuestro territorio se hayan decidido a colocar en este rincón del mundo un montoncito pequeño de las ingentes cantidades de recursos que administran. Para ellos, algunos de los más grandes hedge funds con sede en Nueva York, Boston o Texas, es una oportunidad más dentro del tablero global que monitorizan. Para nuestra economía, sin embargo, representa un marchamo de credibilidad que nos vuelve a meter en el circuito mundial del dinero institucional.

Esta misma semana, sin ir más lejos, varias inversiones en el sector inmobiliario han confirmado la consolidación de esta tendencia. Madrid y Barcelona han visto cómo dos de sus activos singulares más reconocidos, la Torre Foster y la Torre Agbar, respectivamente, han sido adquiridas por distintos fondos de inversión. 250 y 450 millones de euros por cada una. Algo impensable hace doce meses. Ahora sin embargo, el dinero extranjero apuesta por el potencial de dos trofeos cuya rentabilidad se basa en el medio plazo, confiando que en un futuro no muy lejano tanto el mundo del ladrillo, en particular, como la actividad económica, en general, recobrarán el pulso.

Aunque esperada, esta vorágine de nuevo dinero de los últimos meses ha causado sorpresa. Evidentemente, la decisión de invertir en España obedece a una cuestión de oportunidad. Nuestro país está barato. También lo estaba hace uno o dos años. ¿Qué ha cambiado entonces? "No aspiro a entenderlo", reconoce el socio de un importante despacho de abogados internacional. "La cuestión es que parece que se están sentando las bases para que haya de nuevo mercado. Eso es lo verdaderamente importante. Este dinero no hace economía real, pero contribuye a que depuremos el proceso de recuperación, que todavía no ha llegado hasta los niveles micro".

Algunos miedos han desaparecido

España sigue en el mismo lugar del mapa. Sin embargo, algunos miedos básicos han desaparecido. Seguimos en el euro y la prima de riesgo está muy por debajo de los 300 puntos básicos, dos premisas fundamentales. Luego, ha hecho falta el valiente que probara el primero y espoleara al resto de competidores. Porque entre el smart money, aunque pueda resultar una contradicción, también existe el efecto gregario. Si hace unos años la consigna del mercado era vetar cualquier exposición a España, ahora ocurre al contrario. La percepción es que hay una oportunidad única que nadie debe perder, por lo que más de un fondo ha optado por abrir oficina para contar con más opciones.

En el sector inmobilario, por ejemplo, la inversión que levantó el dique del mercado español fue la Operación Copérnico, una cartera de seis activos repartidos entre Madrid y Barcelona que se cerró a finales de 2012 tras casi un año de deliberación. Desde entonces, el ladrillo español ha sido capaz de cruzar oferta y demanda entre el stock existente y la oleada de inversores que por fin se ha decidido a probar suerte. Por orden de sucesión, primero fueron las operaciones de sale and lease back, luego las carteras de crédito, posteriormente los servicers y a continuación las carteras de activos. Si la fiebre continúa, todo hace pensar que las siguientes serán las deprimidas inmobilairias que aún sobreviven.

Lo mismo viene ocurriendo para inversiones en distintos tipos de activos financieros. Sin embargo, lo que antes era una excepción se ha convertido en una corriente desde el momento en que la Santísima Trinidad del ecosistema que habita en Wall Street ha destinado recursos monetarios y humanos para subirse a la ola oportunista que supone España. La mirilla del dinero gestionado por Goldman Sachs, Blackstone y KKR apunta ahora a nuestro país. Y tras ellos, otros muchos grandes fondos hasta ahora anónimos, como Baupost, King Street, Fortress, Anchorage, Apollo o Centerbridge, han decidido probar fortuna en nuestro país gracias a la relación rentabilidad/riesgo existente.

Otro termómetro para medir el interés por España son las subastas del Sareb. La urgencia por colocar el primer portfolio (Bull) sirvió para romper prejuicios y miedos entre los inversores. Desde ese momento, para cada lote se forman verdaderas colas, como hace unos días con Abacus, hasta el punto de provocar que algunos fondos desistan por considerar que es imposible obtener descuentos interesantes en un proceso tan competido. Los más conformistas se consuelan con la mera existencia de transacciones. Sin embargo, existe el convencimiento de que a este tipo de dinero oportunista le debe suceder otro más largoplacista que apuntale el principio de un cambio. Si no, quedará todo en un espejismo.
Fuente: El Confidencial

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