domingo, 10 de noviembre de 2013

LA BATALLA VERDE

 
Foto: Google
Si el siglo XX vio cómo los países competían por la hegemonía mundial, parece que el XXI colocará a las ciudades a la cabeza de esa lucha. Que el futuro del planeta se ganará, o se perderá, en las urbes es algo que los urbanistas llevan años advirtiendo. Se espera que, para 2050, 8 de cada 20 personas vivan en una metrópolis, pero antes, ya en la próxima década, en China ­el país de mayor peso demográfico­ la población aumentará en más de 300 millones, el equivalente a todos los habitantes de Estados Unidos hoy.

Es lógico entonces que sea precisamente en China donde se decida, en buena parte, el futuro de las ciudades y, por eso, resulta lógico que sea ese país el lugar donde mayor cantidad de ciudades construidas con criterios sostenibles se estén planificando e incluso construyendo. Esto último es fundamental: el paso de los planos al suelo ­o del idealismo a la realidad­ es todavía el gran problema de las ecociudades que, aunque ofrecen respuestas a necesidades urgentes, no dejan de parecer utópicas.

El hecho de que se levanten aisladas y de que partan de cero hace desconfiar a muchos urbanistas. La cuestión de la sostenibilidad, o de la supervivencia del planeta, no admite matices. O nos salvamos todos o se hunde el sistema.

Más despacio. En medio de ese escenario, Tianjin Eco-city quiere cambiar el panorama.

Ha habido estrepitosos fracasos como Dongtan ­al norte de Shanghai, ideada para ser inaugurada durante la Expo de 2010­, que se postulaba como la ciudad-solución para el futuro chino y ha visto cómo su promotor, el líder del partido comunista de la ciudad, Chen Liangyu, terminaba encarcelado por fraude.

Pero en Tianjin, a 150 kilómetros de Pekín, van más despacio. Y son más modestos. Hace unos pocos meses llegaron allí los 60 primeros habitantes de la que, cuando alcance 350.000 vecinos en 2020, será la mayor ciudad ecológica del mundo. Y, como es natural, un lugar grande nunca puede ser un gueto. A 45 kilómetros de la actual Tianjin, los pioneros de la futura urbe llevan una dosis de realidad a una fórmula que ha fracasado demasiadas veces por resistirse a pasar de las ideas a los hechos.

En Tianjin Eco-city habrá mezcla de personas y pisos de varios tipos, tamaños y precios, pero en una cosa será igualitaria: todos sus habitantes tendrán que aprender a administrarse. El 60% de los desechos deberá ser reciclable y la recogida de basura será siempre selectiva. Habrá disponibles 120 litros de agua al día por habitante. Ni uno más. La lluvia se recogerá y se reciclará para riego o aguas grises para lavado y aseo­, se fomentará la vida de zona residencial ­con colegios y hospitales en todos los vecindarios­ y el transporte en ruedas quedará reducido 90% respecto a una ciudad de ese tamaño.

Negocios necesarios. La idea es ser realista y crear lugares habitables en vez de utópicos escenarios de una perfección que, por definición, también es insostenible. Así, el principal valor de Eco Tianjin es ese: la normalidad de la propuesta no la hace parecer ciencia ficción. ¿Su mayor contribución? Quiere ser una ciudad modelo y, por tanto, exportable y repetible. Se ofrece como conejillo de indias en un país, China, que es líder mundial en instalación de acumuladores de energías renovables, pero en el que, con 70% de los ríos contaminados, los cambios en las políticas medioambientales pasan por transformaciones urbanísticas.

El Gobierno chino y el de Singapur están detrás de las finanzas para levantar esta ciudad.

Pero también figuran General Motors ­que ensaya medios de transporte no contaminantes y a partir de energías limpias­ y Philips ­a cargo de la iluminación nocturna­, conscientes de que para salvar sus negocios deben hacerlos necesarios, esto es: contribuir con ellos a la sostenibilidad del planeta.

Fracasos como Dongtan, o como Huangbaiyu ­que el gurú del cradle to cradle, o diseño capaz de evitar el impacto ecológico, William McDonough, abandonó cuando las autoridades chinas decidieron recurrir a la construcción rápida para rentabilizar la inversión­. O irrealidades como Masdar en Abu Dhabi ­donde no pueden vivir los obreros que la construyen­ convierten a Tianjin en verosímil. De momento, lo que la hace posible es, precisamente, que no es perfecta. Pero, como sucede con los avances tecnológicos, "es fundamental comprobar si las ecociudades son, o no, un nicho de mercado. Cuando eso suceda, las empresas y las grandes economías apostarán por ellas", advierte Francesc Muñoz, profesor de Geografía de la Universidad Autónoma de Bellaterra. Sólo entonces podrán convertirse en modelos de ciudad que se puedan imitar.

Con todo, la llegada de los primeros habitantes a una Tianjin en construcción añade humanidad al proyecto. Uno aprende a cuidar lo que ayuda a construir.
Fuente: El Nacional

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