Los Morejón, un matrimonio con dos hijos, llevan desde hace meses dándole vueltas y haciendo números para cambiar su céntrico piso madrileño de 90 metros cuadrados por un chalet con un pequeño jardín.
“La inversión es lo bastante importante como para tener que pensárselo mucho –dice Eduardo, el padre–. Hemos visto muchas casas y hemos hablado con amigos que viven en chalets. Queríamos valorarlo todo y, la verdad, es una opción perfecta para una familia”.
Cada componente de la unidad familiar tiene unas necesidades distintas en función de su edad, sus actividades diarias y, por supuesto, de su personalidad.
Paula (14 años)
Siempre ha querido tener un perro, pero a sus padres no les parecía buena idea dejarlo encerrado en un piso. Ahora ya no habría excusa porque podría salir al jardín y sacarlo a pasear por las zonas verdes que rodean la mayoría de los chalets que han visitado.
También le encantaría tener un cuarto más grande para poder invitar a sus amigas, poner la música a tope y hacer todo el ruido que quiera sin preocuparse por no molestar a los vecinos.
Para ella la piscina es imprescindible (en eso está de acuerdo con su hermano). Ya se imagina las fiestas que podría hacer allí durante el verano.
Mateo (12 años)
Está convencido de que se pasaría todo el día en el jardín jugando al fútbol. Y agradecería que, en algún sitio, le pusieran también una canasta. Además, por fin no tendría que bajar al trastero para coger la bicicleta. La dejaría en la puerta, siempre lista para darse un paseo.
Pero el fútbol no es su única pasión. Las maquetas y los scalextric le ayudarían a relajarse después de un día duro de colegio (y después de hacer los deberes, por supuesto). Con la ventaja de tener su propia habitación, la cual, además, sería muy amplia, tendría posibilidades infinitas para construir todo lo que deseara y para hacer el circuito lo largo y sinuoso que quisiera.
Natacha (la madre)
Primera ventaja subrayada en rojo: mucho más espacio. No solo para sus cosas personales, sino para todo lo necesario en el hogar. En un piso hay que estar controlando las compras porque las zonas de almacenaje son limitadas. Ahora podrían comprar al por mayor, de modo que gran parte de la comida y los productos de limpieza les salieran más baratos.
Además, le gustaría mucho tener un espacio en el jardín para lo que podría ser su nueva afición: construir y cuidar un huerto urbano que, al mismo, tiempo le serviría para dar de comer más sano a la familia, ahorrar dinero en la factura del supermercado y desestresarse después de la jornada laboral.
Y no hay nada que le apetezca más que disfrutar del silencio y del aire limpio. En la calle donde ahora viven hay bastante circulación y eso supone polución y contaminación acústica (sin mencionar la que provocan algunos vecinos). Sería una especie de tratamiento anti-estrés.
Eduardo
Como es ingeniero, tiene una visión bastante práctica del chalet, empezando por la posibilidad de distribuir los espacios a su gusto en distintas plantas y ambientes, con diseños autónomos.
Por otra parte, por supuesto, están los costes: la inversión sería mayor por ser más grande la propiedad y tener más equipamiento pero, de hecho, el precio del metro cuadrado sería más barato que el de un piso céntrico con las mismas calidades. No hay que olvidar que, además, te ahorras pagar los gastos de comunidad.
Le atrae, igualmente, la idea de tener un garaje propio en la casa porque lo imagina también como su taller doméstico, donde disponer de espacio para sus herramientas y hacer sus arreglos.
Y, por fin, están los que él llama “intangibles”: la distinción y exclusividad que te proporciona una casa unifamiliar y la sensación de haber realizado una buena inversión para tu familia. En definitiva, calidad de vida.
Fuente: El Blog de Anida
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