Restricción en la capital e impulso de otras poblaciones lleva al sector a diversificar portafolio.
Las dificultades de los últimos dos años y medio para el desarrollo de
proyectos inmobiliarios en Bogotá, el programa de viviendas gratis del
Gobierno y el mayor empuje que están teniendo las ciudades grandes e
intermedias, han generado una especie de ‘migración’ de las firmas de
construcción bogotanas hacia esos destinos, fenómeno que sigue
incrementándose de forma importante.
Las cifras del Dane, de marzo, muestran que en lugares como
Barranquilla, Medellín, Neiva y Bucaramanga se registran crecimientos en
el área licenciada por encima de la principal ciudad del país.
Tanto del gremio del sector como representantes de algunas de estas
firmas explican que dado el tamaño y capacidad de las compañías
tradicionalmente ‘cachacas’, sus estrategias han logrado el objetivo de
aprovechar estas oportunidades.
Sandra Forero, presidente Ejecutiva de la Cámara Colombiana de la
Construcción (Camacol), señala que las diferentes regiones venían con
una dinámica muy atractiva, por el crecimiento del país y la misma
situación local, permitiendo la entrada de otros jugadores.
Agrega que en dichas ciudades las administraciones locales le creen al
sector y les han dado la bienvenida a firmas de Bogotá y otras plazas,
porque saben que esta actividad genera desarrollo, empleo y que va más
allá de poner ladrillos, ya que al tener proyectos serios e integrales,
hacen que las ciudades se transformen.
Édgar García, gerente de Planeación de la Constructora Bolívar, explica
que el principal factor para dicho empuje ha sido el plan de las
viviendas gratis del Gobierno, porque además de permitir abrirse espacio
en estos mercados, ha traído negocios en otros segmentos de la
población y en los usos mixtos (centros comerciales y oficinas como
ancla de proyectos de vivienda).
Por ejemplo, -explica- en Ibagué se ha visto que hay posibilidad de
segunda vivienda para las personas de Bogotá o de quienes quieren tener
un inmueble para su retiro, fenómeno que también observa en ciudades
aledañas a las grandes urbes y que hasta ahora se está descubriendo.
“Con las viviendas gratuitas nuestro porcentaje de ventas prácticamente
se duplica frente a lo que se venía haciendo”, señaló el directivo.
ESTRATEGIA HA FUNCIONADO
Según el presidente de Ospinas, Andrés Arango, desde el 2003, en la
postcrisis hipotecaria de finales de los años 90 y comienzos de la
primera década del siglo XXI se vio la necesidad de no concentrar toda
la operación en un uso o destino y en una sola ciudad.
Once años después la visión ha dado frutos en el entorno actual, pues a
su juicio, cuando la firma pone un pie en una ciudad es para quedarse.
“Si se construyen relaciones con las autoridades, con los gremios y los
clientes, y hay una oportunidad, primero se abre el centro comercial y
luego se amplían los usos”, agrega.
Esta firma está por construir un nuevo centro comercial en Cúcuta y en
septiembre abre sus puertas el centro comercial Plaza Bocagrande, que
además tendrá 120 apartamentos destinados a terceros, un hotel Hyatt de
251 habitaciones y 74 apartamentos de esta marca, , amoblados y
decorados con los estándares de esta cadena.
Entre tanto, Amparo Polanía, presidente de la Constructora Colpatria,
señala que a través de una unidad de construcciones a terceros se han
realizado proyectos en Neiva, Montería y Buenaventura.
LAS DIFICULTADES DE LA EXPANSIÓN
La llegada de las grandes constructoras bogotanas a otras ciudades ha tenido algunas barreras propias del crecimiento.
Por ejemplo, en algunos casos se han registrado dificultades con el
suministro de materiales, porque son mercados que no están acostumbrados
a altos volúmenes de operación. Además, la falta de personal calificado
también ha hecho que sea necesario llevar gente del interior a los
nuevos proyectos.
En el caso de la Constructora Bolívar, aproximadamente el 30 por ciento
del personal empleado no es de la región en la que se realizan las
iniciativas.
Asimismo, el tamaño de los contratistas y proveedores también ha sido
una barrera, al igual que las entidades como notarías y oficinas de
instrumentos públicos, que no están acostumbradas a este movimiento de
trámites y no tienen la infraestructura para ello.
“Son ciudades que están acostumbradas a vender 1.500 unidades al año y
de repente les puede subir hasta 4.000 o 5.000”, asegura Édgar García,
gerente de planeación de esta firma
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