Hay una dimensión de nuestro cerebro muchas veces olvidada. Nuestra área emocional, nuestra intuición: el hemisferio derecho del cerebro. Hay que tener en cuenta que los buenos resultados se consiguen con la adecuada integración de todas las capacidades.
Los gritos en la última planta se escuchaban desde la entrada. Nuevamente había perdido los papeles. Todos nos mirábamos y alguna sonrisa asomaba en algún rostro. La pregunta era la de siempre: ¿Cómo una persona tan inteligente podía volverse tan tonta en algunos momentos?”
Como empresarios, como directivos, como profesionales y como personas, contamos con una herramienta indiscutible: nuestro cerebro. El buen o mal uso que hagamos de él determinará nuestro éxito o fracaso. Desde que comenzamos nuestros estudios se nos ha enseñado a utilizar una parte de él: la lógica, la intelectual, la memoria, conocido como “hemisferio izquierdo”, que da también lugar a nuestro coeficiente intelectual. Pero hay otra dimensión de nuestro cerebro muchas veces olvidada. Nuestra área emocional, nuestra intuición: el hemisferio derecho.
Es posible afirmar que el éxito no depende exclusivamente de nuestro coeficiente intelectual. ¿Cuántos compañeros de estudios absolutamente brillantes conoces que no han tenido el éxito al que parecían predestinados? Daniel Goleman, autor del libro “Inteligencia Emocional”, considera que el éxito está compuesto en un 20% por el hemisferio izquierdo y un 80% por el hemisferio derecho.
Para tener éxito en la difícil vida moderna, tanto o quizás más importante que las habilidades intelectuales son las capacidades para expresar y manejar sentimientos y emociones: la inteligencia emocional.
Tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás, manejar las presiones y frustraciones laborales y acentuar el trabajo en equipo, son habilidades simples, pero cruciales, para desenvolverse con propiedad en la sociedad actual. Está claro que una persona que sólo trabaja con su hemisferio derecho, tampoco tiene asegurado el éxito. Los buenos resultados se consiguen con una adecuada integración de ambos hemisferios.
“Por favor, dame un ejemplo” Seguramente en alguna oportunidad participaste de alguna conversación en la que lentamente se iba “calentando el ambiente”. Tenías claro lo que querías decir y lo que pretendías. Estabas presentando tu posición muy claramente. De pronto, la otra persona te mira y te dice: “Por favor, dame un ejemplo”.
Tienes mil ejemplos para darle, claro. ¿Pero no te ha ocurrido que en ese momento no recuerdas ninguno? Al cabo de un rato, quizás cuando la conversación ya ha terminado, recuerdas todos los ejemplos y te vienen a la mente muchas situaciones.
¿Por qué ocurre esto? Cuando estabas discutiendo, el hemisferio derecho estaba trabajando al máximo. Las emociones afloran. Pero los ejemplos están alojados en el hemisferio izquierdo, en los “recuerdos”. Mientras el hemisferio derecho sea quien “reina”, no accedes fácilmente al izquierdo. Integrar los hemisferios es el desafío. Obtener lo mejor de ambos. Veamos entonces cuáles son las competencias de la inteligencia emocional, para poder centrarte en desarrollarlas.
Autoconocimiento
El “conócete a ti mismo”, que suele atribuirse a Sócrates, es la base de nuestro desarrollo emocional. Ser capaces de reconocer un sentimiento en el momento en que ocurre y poder ponerle nombre.
Nuestro vocabulario para describir emociones es muy limitado. También lo es el hablar de cómo me siento, especialmente en el ámbito de los negocios. Al igual que vivir plenamente las situaciones difíciles, sin atenuantes como el alcohol o pastillas. Reflexionar sobre mí mismo, sobre qué es lo que me altera y por qué. Hay dos formas en las que es posible desarrollar el autoconocimiento:
a) Analizando las propias reacciones frente a circunstancias externas, encontrándoles una explicación interior.
b) Cambiando nuestra forma de dirigirnos a las personas, a través de la frase: “Cuando tú… yo me siento”. Por ejemplo, “cuando tú llegas tarde, yo me siento furioso”. “Cuando tú no desconectas tu teléfono en una reunión, yo me siento poco respetado”.
Conducir emociones
“Cualquier persona puede enojarse, esto es fácil. Pero enojarse con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento adecuado, por los motivos justos y de la forma más apropiada, no es nada fácil”. (Aristóteles) Nadie puede controlar el caudal de un río, pero sí se puede conducirlo a donde pueda producir un mejor efecto. Lo mismo ocurre con las emociones.
Necesitamos identificarlas a través del autoconocimiento, lo que nos permitirá darnos cuenta cuándo aparece una causa que producirá una reacción emocional. En ese momento podemos conducirlas, utilizando técnicas que nos resulten útiles; especialmente dos:
a) Respirar lenta y profundamente, lo que nos ayudará a no alterarnos o al menos, a que no se exteriorice con tanta fuerza.
b) Eliminar los pensamientos automáticos que nos enfurecen: “Otra vez”, “esto siempre me pasa a mí”, “cada vez que viene éste es portador de malas noticias”. Conducir las emociones nos ayudará a alcanzar una de las cualidades más valoradas en un ejecutivo: el equilibrio interior.
Mantener una actitud constante y comportamientos lógicos, nos hace confiables frente a quienes interactúan con nosotros.
Automotivación
La verdadera madurez se consigue cuando somos capaces de encontrar en nuestro interior los mecanismos que nos motivan y también en estructurar nuestro entorno para sentirnos motivados. La motivación auténtica proviene de tener un objetivo y dar pasos hacia cumplirlos. Un ejecutivo que no sabe dónde quiere ir, difícilmente llegue a un lugar satisfactorio.
Para conseguir la automotivación puedes dar hoy mismo dos pasos clave:
a) Hacer tu propio mapa de objetivos, lo que quieres conseguir en distintos ámbitos de tu vida profesional y personal. Sé específico.
b) Generar un plan de trabajo de base diaria. Que cada noche puedas evaluar qué has hecho en este día para acercarte a tu objetivo.
Gestionar las relaciones
La empatía es una capacidad interpersonal que debe tener el directivo. Te permite reconocer emociones en los demás a través de señales, a veces muy sutiles, y ponerte en su lugar. Un líder respetado y querido es aquel que sabe lo que el otro debe hacer y cómo se siente frente a ello; el que identifica la mejor manera de apoyar a su equipo para alcanzar la visión de todos.
Desarrollar la empatía requiere, por supuesto, del autoconocimiento. Y también de observar detenidamente al otro: sus expresiones, su forma de trabajar, el tono de su voz… y ser capaz de preguntarle cómo se siente.
Optimismo
El optimismo es una cualidad clave de la persona emocionalmente inteligente. La actitud positiva es contagiosa (igual que la negativa). Por ejemplo, se transmite la sonrisa, la tranquilidad, la sensación de dinamismo y de alegría de vivir.
Las personas esperan de su líder fuerza en la adversidad, serenidad, paz interior… Nos acercamos naturalmente a quienes nos transmiten felicidad. El optimismo es impactante en los demás y también en nosotros mismos. Las cosas se ven diferentes cuando escogemos ver aspectos positivos y alentadores, que también están presentes incluso en la mayor adversidad.
Las cinco capacidades explicadas en párrafos anteriores otorgan al hemisferio derecho fuerza y presencia en la empresa. Si las combinamos con lo que sabemos hacer, con nuestra capacidad intelectual y nuestro conocimiento de la empresa, alcanzaremos un desarrollo conductual equilibrado y exitoso.
Por: María del Carmen Abraham
* Facilitadora, coach, conferencista, autora y especialista en desarrollo personal, directivo y organizacional. Es Master en Business Administration (MBA) de la Universidad de Lleida en España, con especialidad en Negocios Internacionales.
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