Uno de los elementos que postula el enfoque ontológico del coaching es, entre otros, que se interpreta a los seres humanos como seres lingüísticos, esto es, que viven en el lenguaje y que éste se constituye en piedra fundamental de su comprensión.
Por otra parte, también postula que el lenguaje, además de ser descriptivo – ‘hoy es un hermoso día soleado’, por ejemplo – es generativo: ¿Entonces por qué no vamos a la playa a asolearnos y disfrutamos de este lindo día en lugar de ir de compras? Esto da pie a nuevas realidades.
No es menos cierto que, tal como lo menciona Rafael Echeverría en su libro Ontología del Lenguaje: “Lo social, para los seres humanos, se constituye en el lenguaje. Todo fenómeno social es siempre un fenómeno lingüístico“.
Una gran parte del relacionamiento con nuestro entorno viene dado por la comunicación que tenemos a través del lenguaje y de sus diversos actos – afirmamos o declaramos cosas, emitimos juicios y, en otros casos, ofrecemos, prometemos o pedimos. Sin entrar en detalles, por ahora, en estas estructuras lingüísticas, hay un factor clave en el cual se fundamenta toda interacción social basada en el lenguaje. La confianza.
Sin confianza, cualquier intento de relacionarnos con clientes, colegas, familiares e inclusive con desconocidos, entre otros, deja de tener sentido. Si prometemos a nuestros hijos que vamos al campo el fin de semana, y no lo cumplimos, comenzamos a sentar precedentes que, tarde o temprano, deteriorarán la relación.
Por otra parte, si afirmamos a nuestra gerencia inmediata que se cumplirá la cuota de venta del trimestre, y fallamos, aparte de causar un impacto directo en los resultados de la organización, nos convertimos en profesionales, o personas, que no generan confianza con sus acciones.
Pero ¿qué pasa con un actor del entorno con el cual nos relacionamos y se obvió en el párrafo anterior? ¿Qué sucede cuando dejamos de ser confiables para con nosotros mismos, cuándo dejamos de cumplir aquellas promesas de comenzar a ir al gimnasio la semana que viene… o en ser más cariñoso y consecuente con mi pareja?. También se destruye nuestra propia estructura de confianza en nosotros mismos y, eventualmente, ese deterioro se irá trasladando a nuestro entorno social.
La confianza, a su vez, tiene diversas aristas: una de ellas es la sinceridad, una cualidad que, además de ser una percepción que en ocasiones viene dada por nuestra subjetividad, es un juicio que tenemos sobre algunos de los elementos de nuestro entorno, quienes mantienen una completa congruencia en lo que se dice públicamente y se dice en forma privada.
Dicho de otra forma, ambas conversaciones deben coincidir para que exista sinceridad. Tiene también una variante: la coherencia entre pensar y hacer. Pedir a los demás algo que nosotros no hacemos, y en lo que no creemos, nos lleva a convertirnos en seres que no despiertan suficiente confianza para establecer relaciones sólidas y estables.
La confianza puede también estar relacionada con la capacidad, entendida como autoridad o conocimiento técnico, para responder a una solicitud, un compromiso, un pedido o una oferta. Esto se conoce con el término de competencia: somos competentes o no para llevar a cabo una acción específica.
En mi caso particular, si mi pareja me pidiera que le repare su automóvil, tendría que declarar mi incompetencia, a pesar de mis deseos de apoyarle, pues no tengo los conocimientos técnicos, las herramientas ni el lugar apropiado para hacerlo de manera correcta.
Sin embargo, muchas veces no basta con ser sinceros o con ser competentes. También la confianza está relacionada con la frecuencia de cumplimiento cabal de nuestras promesas, de ir a la montaña de paseo, o de cumplir los objetivos de ventas. No sirve de mucho si cumplimos unas veces y otras no, debemos tener un registro, una historia, tanto social, con nuestro entorno, como personal, con nosotros mismos, de que nuestra sinceridad y competencia son consistentes y que, para acciones futuras, no deben haber dudas sobre ellas.
¿Cómo se sentirían si los atiende un mecánico, sincero y competente, pero que a veces acierta en su diagnóstico, pero en otras no? ¿Volverían a llevarle su automóvil?. Seguramente no.
Como se puede apreciar, la base sólida sobre la cual se comienzan a construir relaciones sociales, llámese empresa, familia, equipo deportivo, país, tiene necesariamente que contar con la confianza, tanto la que despertamos nosotros en los demás, como los demás en nuestro ser. Pero no es menos significativo, sin llegar a enfoques egocentristas, la importancia de la confianza que se debe tener en si mismo, en nuestra sinceridad, nuestra competencia y nuestra confiabilidad para responder a pedidos, de cumplir ofertas y promesas, de emitir juicios válidos.
Sin confianza, establecer relaciones con nosotros mismos y con nuestros congéneres es similar a construir un edificio en un terreno inapropiado, o con materiales defectuosos. Con el tiempo, comenzarán a aparecer grietas, o el terreno cederá. Sus inquilinos lo abandonarán.
No seamos como ese edificio. Asumamos la confianza como un compromiso personal y social para convertirnos en mejores seres humanos y contribuyamos, de esa forma, a construir efectivamente mejores empresas, familias, organizaciones religiosas o deportivas. Y ¿por qué no?, hasta una mejor nación.
Por: Germán Álvarez
* Coach ontológico certificado a escala internacional
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