El Guggenheim de Bilbao, el Museo de la Ciencia de Glasgow, el Museo Van Gogh en Ámsterdam… Durante los años 90, algunos grandes proyectos arquitectónicos fueron pioneros en utilizar el titanio en la construcción, un metal que hasta entonces solo se había utilizado en joyería (por su dureza y maleabilidad), en la industria aeroespacial (por su capacidad para soportar temperaturas extremas) y en la industria química (por su resistencia a los ácidos).
Arquitectos como Frank Gehry entendieron que esas propiedades eran perfectas para aportar a los edificios belleza, resistencia y duración. No es de extrañar que se haya convertido en un material cada vez más apreciado y utilizado en todo tipo de construcciones, especialmente para revestimientos, tanto interiores como exteriores.
Detallemos sus características:
- Bajo peso. La planchas de titanio que se suelen emplear en la construcción tienen un grosor de entre 3 y 4 milímetros, lo que supone un peso de entre 1,3 y 1,8 kg metros cuadrados. Eso hace posible que incluso se puedan utilizar en el revestimiento de techos.
- Gran resistencia. Mayor que la del acero. Vicki Eudaly, vicepresidenta de la empresa estadounidense Architectural Titanium, lo explica así: “Es un material que no necesita ser restaurado, reparado o reemplazado. Tiene una garantía de 100 años, pero la industria de I+D estima que puede durar 1.000 años”.
- Incombustible. Es capaz de soportar sin problemas una temperatura de 1.100ºC, pero con un aislante podría resistir unos cientos de grados más.
- Escasa dilatación. Las altas temperaturas apenas incrementan su volumen: la mitad que el acero y el cobre, y un tercio que el aluminio.
- Resiste la corrosión de casi cualquier agente químico (incluida la lluvia ácida).
- Mantiene su brillo. La oxidación natural solo provoca matices en su color plateado, como aguas que varían de tonalidad dependiendo de la luz.
- Es 100% reciclable.
Su principal inconveniente es el precio, no porque sea escaso (es uno de los metales más abundantes en la naturaleza) sino porque su extracción es compleja y tiene una demanda todavía limitada en comparación con otros metales y, por tanto, no hay una gran industria de procesamiento.
Quinta Metálica, empresa que lo comercializa para la construcción en España, importa el titanio desde Japón a un precio de entre 200 y 300 euros el metro cuadrado. “Ni en nuestro país ni en Europa existe una industria de procesamiento –explica el arquitecto Juan Carlos de Diego, uno de sus directivos–. Los principales fabricantes son japoneses y además no tienen stock, es decir, trabajan sobre pedido, lo que encarece el material”.
Aun así De Diego asegura que su utilización en el sector residencial está despegando por sus excepcionales cualidades técnicas, hasta el punto de que “España ya es uno de los países donde más obra (pública y privada) de titanio hay”.
Quinta Metálica ya ha llevado a cabo varios proyectos para viviendas, como un bloque de pisos en Torrelavega (Cantabria) y casas unifamiliares en Burgos, Puerto Banús (Málaga) y Madrid.
“Es una inversión inicial mayor a la de otras alternativas –concluye De Diego–, pero más económica en el tiempo, ya que requiere de poco o ningún mantenimiento. Sin ninguna duda, es el material del futuro”.
Fuente: Blog de Anida
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