Cuando te planteas
alquilar una vivienda lo primero que te viene a la cabeza es el
presupuesto que tienes y dónde quieres que esté. Pero cuando ya has
buscado por zonas y has visto varias que entran en tu presupuesto, las
preguntas comienzan a ser otras: ¿Cuánto me pedirán de fianza? ¿Mejor
por agencia o a un particular? ¿Amueblado o sin amueblar?…
Javier empezó a buscar un piso de alquiler en Madrid hace varias
semanas. Tenía un presupuesto cerrado que se ajustaba a muchas ofertas
que fue encontrando en la zona del centro. “Iba a ser mi primer contrato
de alquiler y quería ir sobre seguro –explica–. Así que empecé a
preguntar a amigos que habían pasado por la misma experiencia para saber
a qué atenerme, de qué me tenía que enterar y en las cosas en que me
tenía que fijar para no hacer el pardillo”.
Hoy ya está viviendo en un apartamento que cumple con todo lo que
necesitaba. Sin sorpresas y dentro del presupuesto que se había fijado.
“Menos mal que hice un auténtico ‘máster’ en alquileres antes de empezar
a ver casas porque si no hubiera metido la pata seguro”, añade con
humor.
Con toda la información que recopiló, también a través de webs
inmobiliarias y organizaciones de consumidores, Javier se creó una lista
con 10 cuestiones básicas para plantearle al casero y así analizar si
la vivienda merecía la pena. Ahora, las comparte con nosotros:
- ¿Cómo sabemos si la persona que lo alquila es el propietario? Los contratos que se firman son privados, es decir, no hay obligación de que estén supervisados por un notario. Hay que estar seguros de con quién hablamos.
- ¿Se quedan todos los muebles? El mobiliario que vemos cuando hacemos la visita tal vez no es el mismo del que podrá disponer el inquilino. Es aconsejable preguntar por estas cuestiones antes de la firma del contrato.
- ¿Funciona todo? Electrodomésticos, lámparas, televisor, cañerías, cisternas, persianas, calefacción, aire acondicionado, picaportes… Hay que revisarlo todo y, si algo está deteriorado, puede solicitarse su arreglo. “Hay que preguntar además cuánto tiempo tienen los aparatos y si están en garantía, no vaya a ser que se estropeen justo cuando entres a vivir –explica Javier–. Y algo importante: echa un vistazo a las paredes por si hay humedades. Yo me encontré con una escondida detrás de un armario”.
- ¿Se pueden hacer cambios en la vivienda? Por ejemplo, decorar las paredes del cuarto para los niños, ampliar un espacio, colocar baldas o luminarias… En caso de que el propietario lo permita, habrá que especificar si es necesario dejar la casa como estaba al finalizar el contrato.
- ¿Están dados de alta los suministros? Si no es así, hacerlo tiene un coste que generalmente debería asumir el propietario, aunque la ley no le obliga a ello.
- ¿Cuál es el importe medio de las facturas? Conviene conocer lo que se suele pagar por la luz y el gas en invierno y en verano. La cantidad quizá sea baja en los meses de calor, pero con el frío, si la casa no está bien acondicionada o la caldera es poco eficiente, puede hacer temblar el presupuesto doméstico.
- ¿Podrá figurar en el contrato un listado de daños? “En el piso donde ahora vivo hay una zona de la tarima que está ahuecada y en la terraza se acumula el agua cuando llueve, así que el terrazo se resquebraja. Las dos cosas están mencionadas en el contrato, así nadie me podrá responsabilizar de ello”, añade Javier.
- ¿Cuánto pagaré y cómo se actualizará la renta? Desde el principio hay que tener claro cuánto piden por el alquiler, los meses de fianza que solicita el casero y si, además, se precisa un aval. Al mismo tiempo, se debe definir cómo se actualizará la renta. La Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) ha eliminado la actualización de acuerdo al IPC, por tanto hay que acordarlo con el propietario.
- En caso de que el contrato se inscriba en el Registro de la Propiedad, ¿quién afrontará el coste? Registrar el acuerdo da una mayor seguridad jurídica tanto al arrendador como al arrendatario, pero genera un gasto que se sitúa entre los 150 y los 300 euros.
- ¿El propietario conoce la ley? “Casi me aprendo la LAU de memoria –continúa Javier– para repasar con mi casero los derechos y obligaciones de cada uno. Ahora todo está claro. No hay lugar a equívocos que enturbien la relación”.
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