Es del dominio común que quien mejor gasta no necesariamente es quien más tiene.
La persona que administra bien sus ingresos independientemente de su posición económica, ingreso mensual, rentas y dividendos extraordinarios, puede colocarse en una posición de disfrute mayor frente al despilfarrador o a la persona que no apuesta por un largo plazo.
Esto repercute directamente en la capacidad de ahorro a través de la disciplina financiera. Más aún, el convencimiento propio de los beneficios que conlleva el sacrificio una etapa laboral productiva provoca necesariamente una vejez plena desde el punto de vista financiero.
Los errores más comunes del presupuesto que en ocasiones se cometen al realizar gastos son:
- No comparar precios
- Costear anticipadamente con tarjeta de crédito cuando se sabe que no se pagará el total del estado de cuenta
- Engancharse con aparentes descuentos de tiendas departamentales
- No contar con un presupuesto
- Tener dinero en efectivo extra en la cartera.
- Gastar por gastar.
Estas son entre otras múltiples razones las conveniencias en las que silenciosamente nuestro dinero se puede esfumar sin darnos cuenta. Es preferible medir en base al ingreso, deuda y gasto fijo. Crear una fórmula donde se observe la capacidad de pago, ahorro y así vivir una vida más desahogada sin el apretón o incertidumbre de cómo pagar los días de corte de las tarjetas de crédito, colegios de los hijos o peor aún cómo hacer frente a la deuda de las vacaciones pasadas y el terrible financiamiento del vehículo.
Si usted tiene una buena salud financiera un consejo: instruya, comunique, eduque a sus semejantes, pues nadie nos ha enseñado a administrar nuestro dinero.
Pasemos de la acción descontrolada del gasto a la medición de las cuentas, de la felicidad efímera del plástico a la continencia de la posición económica, del insufrible pago cotidiano a un prepuesto ajustado a la realidad personal y familiar.
Fuente: Hugo Ignacio González
* Experto financiero
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