A principios del siglo pasado, allá por 1900, solo uno de cada 10 seres humanos residía en una ciudad. La vida cotidiana transcurría en ambientes eminentemente rurales, marcada por la dinámica de la agricultura, la ganadería, la pesca, la explotación forestal y la minería. Pero la migración campo-ciudad estaba anunciada y hacia mediados del siglo, una tercera parte de la población mundial ya formaba parte de un asentamiento urbano.
Hoy en día, la proporción es alarmantemente inversa pues según un estudio que acaba de ser presentado por el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Habitat), más de 56% de los habitantes del planeta viven en una urbe. Y la historia aún no termina pues para el año 2050 habrá seis mil millones de individuos, es decir, dos de cada tres personas, residiendo en las ciudades.
Una investigación del Massachussets Institute of Technology, MIT, señala que las ciudades crecerán 90% en los próximos años, concentrarán 80% de la riqueza y serán responsables del 60% del consumo de energía en el mundo.
¿En qué momento se volteó el timón? Básicamente en el siglo XX, el más rápido de la historia, el que fue invadido por el bolígrafo, la tarjeta de crédito, el cajero automático, la computadora, el teléfono celular, el desarrollo de la aviación y la industria automovilística, la construcción masiva y la construcción de torres, rascacielos y multifamiliares. Nunca antes en la historia, el mundo ha sido testigo de un crecimiento de la urbanización tan acelerado.
Los estilos y los ritmos de vida cambiaron abruptamente y las nuevas demandas plantearon serios desafíos para las metrópolis.
Además de la infraestructura, los servicios y la movilidad, en prácticamente todas las ciudades el reto inmobiliario ha sido gigantesco. Algunas, principalmente en los distrito centrales de muchas ciudades de Europa, han tenido logros ejemplares con fórmulas que responden en forma efectiva a los nuevos desafíos, a través del diseño de ciudades a escala humana, también llamadas micro-ciudades o ciudades inteligentes.
El ejemplo más claro de esta transformación es la ciudad de Copenhague, en Dinamarca, donde el arquitecto y diseñador urbano Jan Gehl desarrolló y puso en práctica muchos de los principios de este tipo de desarrollos.
José María Palacios Lagarde, investigador del Instituto Mexicano de Urbanismo, considera que es difícil reducir esta tendencia a estadísticas y representaciones cuantitativas “Tal vez podríamos hablar del aumento en proyectos de intervención en los centros históricos, de muchas ciudades y el fomento al uso de métodos de transporte ajenos al automóvil privado”.
Es evidente que el desarrollo vertical no es suficiente, como tampoco lo ha sido la oferta de conectividad. En megalópolis como la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, la vivienda cada vez se hace más pequeña y menos privada, y la gente pierde varias horas al día para trasladarse al trabajo, al club, al gimnasio, al supermercado, al banco, al cine o a algún área verde para tener un momento de esparcimiento.
“El mercado está buscando algo que responda a la falta de espacio y a los problemas de las grandes ciudades, el tráfico, la seguridad, lo complicado de los desplazamientos y responde a una nueva forma de vivir más práctica” afirma Pablo Guzzo, director comercial de la firma Abilia Inteligencia Inmobiliaria, una corporación que tiene sus propias propuestas para responder a esta demanda, priorizando la calidad de vida de los habitantes de una ciudad.
Vivir en el piso 12 de un edificio amigable, ir al gimnasio en el segundo nivel, trabajar en el quinto piso y llevar a los niños a la escuela en el conjunto que se encuentra al cruzar la calle, no solo es posible sino conveniente y altamente práctico. Nos referimos a conjuntos abiertos que “tienen la infraestructura urbana necesaria, viviendas arriba y los edificios tienen hacia adentro sus áreas privadas, zona de amenidades que responde al nuevo estilo de vida: un modo de vida urbano, práctico donde haya servicios y parques”, señala Guzzo.
Esta tendencia considera el aprovechamiento óptimo y creativo de los espacios, el uso racional de la energía, la seguridad; en general, un entorno armonioso y una vinculación inteligente con los ambientes alternos o complementarios de la dinámica urbana. En otras palabras, la apuesta exige creatividad y talento, implica cambiar paradigmas, innovar y romper moldes, y trascender un proyecto arquitectónico aislado del exterior. El modelo de las micro-ciudades va mucho más allá de la simple intención de reunir el mayor número de actividades y servicios en un mismo sitio, como ocurre con algunos proyectos urbanos.
La principal característica de este modelo es que se invierte el orden de fuerzas en el contexto humano y se busca privilegiar al peatón, el tránsito no motorizado y las actividades económicas del sector creativo, explica el urbanista José María Palacios. “Las ventajas provienen del poder transformativo de la zonas en las que se aplica y en el hecho de que estas transformaciones son, en muchos sentidos, benéficas para la ciudadanía en general”.
El director general de Redbrick, Jorge Castañares, quien también es académico del Instituto Tecnológico Autónomo de México, ITAM, afirma que “se trata de tener usos dinámicos, de tener mayor tecnología para hacer un espacio más habitable. Se trata de instaurar un sistema de movilidad lenta, donde se privilegie el transporte público y el uso del automóvil sea restringido”.
Las microciudades son planeadas a gran escala pero en forma integrada. “El reto es poder hacer que todos los usos se integren de una forma orgánica y natural – comenta el director comercial de Abilia –, un lugar donde realmente conviva el esparcimiento con el área de trabajo porque si no, estarán completamente segregados”.
Alcanzar la meta requiere una suma de esfuerzos y la conjunción de muchos talentos. Por ello, es común que los desarrolladores que apoyan esta opción inmobiliaria de vida urbana inteligente trabajen en forma coordinada con varias empresas y profesionales. Es el caso de Abilia que para algunos proyectos ha contado con la colaboración hasta de cuatro despachos de arquitectura.
Lo interesante de las ciudades a escala humana es que constituyen una alternativa cuya eficiencia no es directamente proporcional a su costo. Vivir en estos complejos no necesariamente representa un golpe mortal al patrimonio familiar o una opción inalcanzable. El costo no es mayor al de otras viviendas de proyectos más convencionales. Por ejemplo, en el desarrollo Latitud La Victoria, el rango de precios de los departamentos oscila entre tres y cuatro y medio millones de pesos.
Con la noble intención de mejorar la densidad y el entorno, las ciudades a escala seguirán multiplicándose en forma profunda y sistémica y ello exige generar métodos mucho más complejos.
A través de las ciudades inteligentes, la gran mayoría de los seres humanos estamos descubriendo nuevas dimensiones. En el intento de construir un ambiente ideal dentro de una ciudad compleja, nos alejamos del caos y avanzamos hacia la dignificación de la vida urbana.
Fuente: Metros Cubicos
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