La Venezuela chiquita llamada condominio | |
La conducta inmadura y rebelde de los adolescentes suelen generar conflictos en las áreas comunes de los conjuntos residenciales. Foto: Archivo / El Tiempo
A las 2:00 de la madrugada suena el teléfono de la presidenta de la junta de condominio. Le reclaman porque los muchachos, incluido el nieto de ella, tienen un bochinche en la planta baja, que los gritos y la música no lo dejan dormir a los demás, que ponga un “parao”.
La mañana siguiente alguien la aborda en el pasillo y sin darle los buenos días se queja de que la basura está acumulada. Cuando se dirige a la cartelera a publicar la lista de morosos se lleva otro “chaparrón” de quien, en lugar de avergonzarse y ponerse al día, le echa en cara que esté poniendo su nombre en rojo. En otro conjunto residencial, una señora protesta que le tengan ojeriza a sus dos hijos, acusados, en reiteradas oportunidades de causar daños a los carros del estacionamiento al jugar pelota. No todo es turbio. Una anciana propietaria de un apartamento debió ser operada y sus vecinos se turnaron para atenderla, en una muestra de lo que puede lograrse cuando hay solidaridad. Así transcurre la vida en edificios, calificados por Elías Santana, director de la Escuela de Ciudadanos de Caracas y coordinador general de Mi Condominio, como “una Venezuela chiquita” con sus muchos problemas de servicios, la intolerancia de buena parte de sus miembros y la poca disposición a conciliar. “Creemos en un cambio desde los espacios cercanos y cotidianos. No creemos estar condenados a que vivir en comunidad sea un infierno”, señaló al fundar esa organización dedicada a promover la convivencia pacífica. Laura Alvarez, integrante de Mi Condominio, cuenta el un caso de un inquilino que atropelló al vigilante porque no lo dejaba ingresar, debido a que no tenía la calcomanía que lo identificara como residente de esa propiedad y además se negaba a dar su nombre para el registro de entrada. Otra cara del cubo son los adolescentes. Sus conductas inmaduras y rebeldes suelen generar conflictos. “Hay que hablar con sus padres, no hay derecho a que estén subiendo y bajando el ascensor como un juego, tocando los intercomunicadores, decretando falsas alarmas”, expresa Alvarez. Cuando la falta de convivencia llega a extremos y por la vía del diálogo no se consigue nada, o si hay violencia en algún apartamento, se puede acudir a la policía y ésta, acompañada de los vecinos, puede ingresar en el edificio. También está la opción de apelar a la Ordenanza de Convivencia Ciudadana con la que cuentan algunos municipios. ¿Una pesadilla? Evelina Capella de Martin, presidenta de la junta del edificio Las Palmas de Puerto La Cruz, no es una pesadilla vivir en condominio. Más bien es como tener una familia más grande. Cuando quedó viuda, esa interacción la ayudó a no sentirse tan sola. Junto a Luis Agreda, quien lleva el condominio en el edificio Los Caobos de ese conjunto residencial de cuatro torres, habla de su rol. Para Agreda es más bien una responsabilidad. “No deja de ser un reto mantener ordenado, limpio”. En lo que sí coinciden es que terminan siendo como los papás, pues toda la carga recae sobre la directiva. “Si se daña algo te reclaman como si fueses el esclavo. Hay que estar pendiente de que todo marche bien, que se mantengan limpias las paredes, que los niños no tiren las puertas. Si usted tiene un niño y yo voy y le digo: mire, su hijo esto o lo otro, ya lo toma como algo personal. Tiene que corregirlo porque está dañando cosas que son del colectivo”, manifiesta Capella de Martin. Muestra como un logro las áreas verdes, una plazoleta y un salón de fiestas cuidados y la cancha deportiva y el parque infantil que les aportó la Organización Nacional Antidrogas (ONA). El cinturón de la ley Si usted vive en condominio, amárrese los pantalones. No es dueño solamente de su apartamento sino de todo el conjunto y así como disfruta de áreas comunes tiene responsabilidad sobre ellas. Laura Alvarez, miembro de Mi Condominio, recuerda las obligaciones legales: la Ley de Propiedad Horizontal, el pago de las cuotas mensuales que tiene el valor de una letra de cambio y por su incumplimiento se puede proceder, llevar un libro contable, tener un administrador (preferiblemente que no sea propietario, porque si hay que retirarlo, no se crea un enemigo en la comunidad), las disposiciones del Instituto Nacional de Prevención, Salud y Seguridad Laboral, y declarar el Impuesto Sobre la Renta. Ay, los morosos Que los condominios sean una Venezuela chiquita tiene que ver también con la situación económica y de servicios. Hay inmuebles viejos que requieren reparaciones grandes como cambios de tuberías y filtraciones. Eso genera cuotas extras que a muchos les cuesta pagar. Hay propietarios que dependen de una pensión o jubilación. Laura Alvarez sugiere entonces llegar a acuerdos o aprovechar bonos especiales para ponerse al día. Evelina Capella de Martin lo dice a su modo: “Hay personas que usted las ve, tienen tremendo carrote y deben seis y siete meses de condominio, entonces están beneficiándose de los que somos puntuales y eso no es correcto. Hay que pagar ascensor, conserjería, servicios”. Ella trata de convencerlos: “A ti no te da pena que aparezca tu nombre en cartelera. No lo tomes a mal, aparta un poco de tus ingresos”. Manuel Quijada, en articulista de El Tiempo ,escribió hace poco: “Curiosamente los más morosos son los que más reclaman”. |
martes, 15 de octubre de 2013
VENEZUELA: CONDOMINIOS RESIDENCIALES
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario